Tucumán tiene sus encantos. Tan mágica es que las cosas que molestan nunca se solucionan a pesar de las promesas de las autoridades. El lo atamo' con alambre es la única Ley que pareciera mandar.

Después de 20 años de discusiones y planteos, el gobernador José Alperovich anunció que desalojaría a los vendedores ambulantes. A partir de ahí se vivieron días de tensión hasta que llegó la solución: los autorizaron a quedarse en las peatonales hasta el 7 de enero; después se irán. La sociedad, que reniega por no poder caminar libremente por la calle o por la suciedad que dejan los cuentapropistas, lo tomó como EL chiste del año.

En 1997, el incendio que destruyó una juguetería en plena Muñecas encendió una alarma. Supuestamente todo cambiaría. Los bomberos tendrían los equipos necesarios para que este tipo de siniestros no ocurrieran nunca más. Pasaron 16 años y otra juguetería fue consumida por las llamas. En ambos casos se vieron las mismas escenas: falta de agua, las mangueras en mal estado y fallas mecánicas en las autobombas. Esta película merece un Oscar en el rubro megaproducción catástrofe.

Y la lista pareciera no tener fin. El crimen de Paulina Lebbos generó la creación del Sutrappa, pero en la ciudad siguen pululando los taxis truchos y nadie que sube a un auto de alquiler sabe quién lo conduce. En la última sequía, como ocurrió hace 10 años, se prometió acabar con los lavaderos clandestinos. Hoy, cuando se sufre el mismo drama, esos lavaderos no sólo no se eliminaron, sino que proliferaron por toda la ciudad. Lo único claro es que se incrementó la venta de alambre.